Hoy en día que la imagen es digital se asume que la fotografía análoga o analógica es obsoleta o que simplemente está muerta.
Pero vale la pena reflexionar sobre una par de ideas.
En primera instancia, hay una creciente tendencia a retornar a la fotografía de película, químicos y cuarto oscuro pues hay múltiples planteamientos en torno a su calidad, longevidad y diferentes aspectos propios de su naturaleza que simplemente no se encuentran presentes en una mera interpretación electrónica capturada por un sensor.
Por otro lado a medida que avanza la tecnología; más y más nos alejamos de la fotografía en su planteamiento fundamental. Cada vez, la fotografía se encasilla más en el manejo de un software al frente de un computador y se abandona su principio: Imágenes hechas con la luz.
Los nuevos fotógrafos se concentran más en el computador y evidencian carencias básicas en el manejo, entendimiento y uso de la luz. Se vuelven dependientes de ciertos equipos y configuraciones. ¡Se toman fotos, no se hacen!
El aprendizaje desde la fotografía análoga automáticamente hace mucho más consciente al fotógrafo de la luz y sus relaciones, hay más análisis, menos disparos, mayor efectividad y en últimas, eficiencia, seguridad y decisión. Estos valores permiten una mayor autonomía en la ejecución de una fotografía y dicho conocimiento puede perfectamente trasladarse al quehacer digital.